Carta de una Herrera

      


El nombre de esta Casa es un guiño a las mujeres de mi familia: mi madre, mi abuela, mi bisabuela, mi tatarabuela. Todas ellas Herrera.
Es una Casa con un encanto especial. Fue construida en 1897 y ha ido adaptándose a los tiempos y a cuatro generaciones, dándose la curiosa circunstancia de que las propietarias siempre han sido mujeres.

Hoy es una Casa abierta, blanca y luminosa. Tras haber sufrido en 1992 una reforma completa, respetando únicamente los muros perimetrales, en estos momentos no cumple otra misión que acoger a sus huéspedes.

Un entorno que invita a desconectar del alboroto y bullicio urbanita.Tan solo hay que activar los cinco sentidos y dejarse llevar.

Desde la terraza, disfrutas de las vistas. Si eres de los que madruga podrás contemplar el amanecer acompañado del primer café del día. Si lo prefieres, te recomiendo el atardecer mientras el cielo se tiñe de colores; pero descuida porque si esperas demasiado, acabarás perdiéndotelo.

En invierno, la chimenea es una opción para percibir ese olor tan característico de la leña quemada. Siéntate en los peldaños para observar la lumbre y notar el intenso calor; una experiencia que te arropa de calidez y tranquilidad. La llama es testigo mudo de conversaciones, de minutos de lectura, de notas musicales, o la excusa perfecta para tomar una copa de vino antes de la cena.

Otro lugar emblemático de la Casa es el patio a doble altura. En la zona de abajo hay plantado un árbol por cada miembro de la familia. El granado de Tomás, el limonero de Rosa. Inés tiene ahora una palmera que sustituyó a un nectarino; el mío es el laurel. El rincón más impactante fue el de los cactus de mi padre, llegando a alcanzar una altura de más de tres metros. En el patio de arriba, un solarium desde donde podrás ver la sierra a lo lejos y disfrutar del olor envolvente a magdalenas recién horneadas de la panadería.

Otro aspecto a destacar son algunos de los muebles de la Casa. El escaño, las sillas y el sillón de enea eran de mis bisabuelos, la mesa de despacho de mi abuelo y la consola de mis tatarabuelos. Esta última tiene un valor histórico porque es una de las poquísimas cosas que se salvaron de la Guerra Civil.

Pasado y presente se fusionan en esta Casa. Del futuro lo único que sabemos es este cambio de rumbo. Un proyecto que lideran Alicia y Joaquín con ilusión y muy buen gusto.

¿Un consejo? Aprovecha para descansar, desconectar y vivir sin reloj.

Siéntete vivo. Siéntete como en casa.


PD. Mamá, a ver si te animas y retomas la novela. Esta Casa es el epicentro de muchas historias por contar ¿No crees que es el momento de escribirlas?

www.casasruralesdeltietar.com

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